Si bien las flores en el cementerio nacen de la necesidad de neutralizar olores, rápidamente se transformó en una ofrenda visual y emocional. Un intento de generar vista con algo bello, algo que reconforte.
Con la misma ilusión de que un momento dure para siempre, las flores nos llevan a reflexionar de que todo, a fin de cuentas, es momentáneo. La flor aquí ya no carga con la responsabilidad de deleitar solamente, si no más bien de recordar y perpetuar.